viernes, 24 de julio de 2015

INVOCACIONES AL SANTO ÁNGEL DE LA GUARDA


Santo Ángel, mi consejero, inspírame;
Santo Ángel, mi defensor, protégeme;
Santo Ángel, mi fiel amigo, intercede por mi;
Santo Ángel, mi consuelo, confórtame;
Santo Ángel, mi hermano, defiéndeme;
Santo Ángel, mi maestro, instrúyeme;
Santo Ángel, testigo de todas mis acciones, purifícame;
Santo Ángel, mi auxilio, sosténme;
Santo Ángel, mi intercesor, intercede por mí;
Santo Ángel, mi guía, oriéntame;
Santo Ángel, mi luz, ilumíname;
Santo Ángel, que fuiste designado por Dios para guiarme, condúceme.

LETANÍA A LOS SANTOS ÁNGELES DE LA GUARDA

Señor, ten misericordia de nosotros.
Cristo, ten misericordia de nosotros.
Señor, ten misericordia de nosotros.
Cristo óyenos.
Cristo escúchanos.
Dios Padre celestial, ten misericordia de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo, ten misericordia de nosotros.
Dios Espíritu Santo, ten misericordia de nosotros.
Santísima Trinidad, un solo Dios, ten misericordia de nosotros.
Santa María, ruega por nosotros.
Santa Madre de Dios, ruega por nosotros.
Reina de los Ángeles, ruega por nosotros.
San Miguel, ruega por nosotros.
San Gabriel, ruega por nosotros.
San Rafael, ruega por nosotros.
Todos los Santos Ángeles y Arcángeles, rueguen por nosotros.
Santos Ángeles Guardianes, rueguen por nosotros.
Santos Ángeles que contemplan sin cesar el rostro del Padre celestial, rueguen por nosotros.
Santos Ángeles Guardianes, que nunca se apartan de nosotros, rueguen por nosotros.
Santos Ángeles Guardianes, que están dedicados a nosotros por una celestial amistad.
Santos Ángeles Guardianes, nuestros fieles admonitores, rueguen por nosotros.
Santos Ángeles Guardianes, nuestros sabios consejeros, rueguen por nosotros.
Santos Ángeles, nuestros poderosos defensores frente a los ataques del maligno enemigo, rueguen por nosotros.
Santos Ángeles Guardianes, nuestro sostén en las tentaciones.
Santos Ángeles Guardianes, que nos ayudan en nuestros tropiezos y caídas, rueguen por nosotros.
Santos Ángeles Guardianes, que nos confortan en nuestras penas y sufrimientos, rueguen por nosotros.
Santos Ángeles Guardianes, que toman nuestras oraciones y las conducen delante del Trono de Dios, rueguen por nosotros.
Santos Ángeles, que nos inspiran y alientan a progresar en el bien, rueguen por nosotros.
Santos Ángeles Guardianes, que a despecho de nuestras faltas, nunca nos abandonan, rueguen por nosotros.
Santos Ángeles Guardianes, que se regocijan de nuestro progreso y adelanto en la perfección, rueguen por nosotros.
Santos Ángeles Guardianes, que nos miran  y oran  por  nosotros sin cesar mientras descansamos, rueguen por nosotros.
Santos Ángeles Guardianes, que no nos abandonan en nuestra agonía y muerte, rueguen por nosotros.
Santos Ángeles Guardianes, que consuelan las Almas en el Purgatorio, rueguen por nosotros.
Santos Ángeles Guardianes, que conducen a los justos hacia el cielo, rueguen por nosotros.
Santos Ángeles Guardianes, con quienes esperamos un día alabar y contemplar eternamente a Dios, rueguen por nosotros.
Nobles Príncipes del Cielo, rueguen por nosotros.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: ten misericordia de nosotros, Señor.
Cristo: óyenos.
Cristo: escúchanos.
Señor ten misericordia de nosotros.
Señor ten misericordia de nosotros.
(Padrenuestro)
Bendecid al Señor todos su Ángeles; vosotros los poderosos, que  sois los ejecutores de sus órdenes.
Dios mandó a sus Ángeles que cuiden de ti; los cuales te guardarán en todos tus pasos.
Oremos 
Dios Eterno y Omnipotente, Tú que en tu bondad inefable uniste a cada hombre, desde el seno materno, a un Ángel en particular para protección de su cuerpo y alma, concédeme la gracia de seguir fielmente a mi Santo Ángel de la guarda y de amarlo mucho, para que un día pueda, a través de su gracia y bajo su protección, llegar a la Patria Celestial  y ahí, con él y con todos los Ángeles, merezca contemplar tu Rostro Divino. Por Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que es Dios en la unidad del Espíritu santo. Amén.

martes, 21 de julio de 2015

La caridad es verdadero amor a Dios que vive realmente en mi prójimo. Mateo 25, 31-46. Reflexión del Papa Francisco


Oración introductoria
Señor, qué pronto se va la vida y con ella las ocasiones para hacer el bien. Te suplico me des, en esta oración, la gracia de saber dejar pasar lo caduco para quedarme contigo. Ante la brevedad de la vida, dame la gracia de vivir con el apremio de hacer rendir el tiempo que me concedes para amarte más.

Petición
Jesús, ayúdame a recordar que la vida me ha sido dada para llegar al cielo con las manos llenas de actos concretos de amor.

Meditación del Papa Francisco
Sabiduría del corazón es salir de sí hacia el hermano. A veces nuestro mundo olvida el valor especial del tiempo empleado junto a la cama del enfermo, porque estamos apremiados por la prisa, por el frenesí del hacer, del producir, y nos olvidamos de la dimensión de la gratuidad, del ocuparse, del hacerse cargo del otro. En el fondo, detrás de esta actitud hay frecuencia una fe tibia, que ha olvidado aquella palabra del Señor, que dice: “A mí me lo hicisteis”.
Por esto, quisiera recordar una vez más “la absoluta prioridad de la ‘salida de sí hacia el otro’ como uno de los mandamientos principales que fundan toda norma moral y como el signo más claro para discernir acerca del camino de crecimiento espiritual como respuesta a la donación absolutamente gratuita de Dios” (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 179). De la misma naturaleza misionera de la Iglesia brotan “la caridad efectiva con el prójimo, la compasión que comprende, asiste y promueve”»(Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial del Enfermo 2015).
Reflexión
Los enemigos de Cristo y de su Iglesia han logrado desfigurar la verdadera esencia y raíz del cristianismo. Algunos creen que el cristianismo consiste sólo en rezos y posturas piadosas. Esto, indudablemente, tiene su valor y es un medio válido para vivir la fe, pero no es lo único ni lo esencial.

Cristo, el día de hoy, nos viene a recordar cuál es la esencia de su mensaje: la caridad. La caridad no como mera filantropía, sino como verdadero amor a Dios que vive realmente en mi prójimo. Jesús nos lo dice clarísimo "a mí me lo hicisteis", y además con ejemplos prácticos. Esta caridad brota naturalmente del amor a Dios. Si amo a Dios no puedo dejar de amar a mi hermano.

Además de los actos externos, la caridad se aplica a la palabra. Sí, este es uno de los campos más difíciles, pero también de los más hermosos. No basta conformarnos con no criticar a los demás, que ya sería bastante. Hace falta hablar bien de mi prójimo, promover lo bueno y silenciar lo malo, forjar el hábito de la benedicencia. No hace falta inventarse virtudes y cualidades donde no las hay, pero sí reconocer y hablar de las que tiene mi hermano.

Suena bonito, pero cuesta. Haz la prueba de hablar bien de tus hermanos tres veces al día, verás cómo no es tan fácil. Pero Dios lo quiere, y sobre todo, recuerda que Dios vive en tu prójimo.

Propósito
Acercarme diariamente a la comunión, sacramental o espiritualmente.

Diálogo con Cristo
Jesucristo, no debo temer a la muerte porque ella es el paso que me acerca a lo que más he buscado en mi vida: gozar en plenitud de tu presencia. La vida es corta y tengo que aprovecharla para amarte y servirte, fortaleciéndome diariamente con la oración y los sacramentos. Confío en Ti y te digo que puedes venir a buscarme cuando Tú quieras, como Tú quieras y donde Tú quieras.

miércoles, 15 de julio de 2015

Te confío mi inteligencia, - mi voluntad y mi corazón. Virgen del Carmen

Consagración a la Virgen del Carmen


Virgen del Carmen, oh Madre mía, me consagro a Tí,
    y confío en tus manos- mi existencia entera.
   Acepta mi pasado con todo lo que ha sido.
   Acepta mi presente con todo lo que es.
   Acepta mi futuro con todo lo que será.
   Con esta total consagración
   te confío cuanto tengo y cuanto soy,
   todo lo que he recibido de tu Hijo Sacratísimo
   y de tu Esposo Santísimo.
Te confío mi inteligencia, - mi voluntad y mi corazón.
   Pongo en tus manos mi libertad, mis ansias y
   mis temores,-mis esperanzas y mis deseos,
   mis tristezas y mis alegrías.
  Cuida de mi vida y todas mis acciones para que
   sea más fiel al Señor Trino y Uno,
   y con tu ayuda alcance la salvación.
Te confío, Oh gran Señora,
   mi cuerpo y mis sentidos,
   para que sean puros siempre
   y me ayuden en el ejercicio de las virutdes.
Te confío mi alma, para Tú la preserves de
   las tentaciones del mundo,-
   de la carne, - y de Satanás.
   Hazme participar  de una santidad- similar a la tuya;
   vuélveme conforme a Jesucristo,- ideal de mi vida.
Te confío mi entusiasmo- y el ardor de mi devoción
    para que me ayudes- a no envejecer en la Fe.
Te confío mi capacidad  y ganas de amar
   como has amado Tú,- y como Jesús quiere que se ame .
Te confío mis incertidumbres y mis angustias,
   para que en tu Corazón- encuentre seguridad,
   - sostén y luz- en cada instante de mi vida.
Con esta consagración
   me empeño en seguir tu vida
   de humildad,- mansedumbre,- y pureza.
   Acepto las renuncias y los sacrificios
   que esta elección conlleva y te prometo
   con la gracia de Dios y con tu ayuda
   ser fiel al empeño tomado.
Oh, Madre de todos los hombres,
   Soberana de mi vida y de mi conducta,
   dispón de mí- y de todo lo que pertenece
   para que camine siempre en el Evangelio
   bajo tu guía, oh Estrella del Mar.
Oh Reina del Cielo y de la Tierra,
   Madre Santísima del Redentor,
   soy todo (a) tuyo (a), - oh Virgen del Carmen,
   y a Ti quiero  unirme ahora y siempre
   para adorar a Jesucristo, - juntoa los Angeles
   y a los Santos, ahora y por los siglos de los siglos.
Amén.

San Buenaventura, la iluminación gracias a la cual los rayos del pensamiento divino iluminan la inteligencia humana. “Por lo tanto, abre los ojos, apresta el oído, desliga tus labios y aplica tu corazón, a fin de ver a tu Dios en todas las creaturas, de oírlo, alabarlo, amarlo, rendirle homenaje, proclamar su grandeza

“El Itinerario del alma de Dios” 



Es una obra a la vez filosófica, teológica y mística. traza el camino por el cual el alma se eleva gradualmente, a partir de las creaturas, hasta el conocimiento del Creador y llega finalmente a la unión íntima con Dios.
El libro comprende siete capítulos:
l) el conocimiento de Dios por medio de sus vestigios en el universo;
2) el conocimiento de Dios en esos mismos vestigios; 
3) el conocimiento de Dios por su impronta en las potencias de la naturaleza; 
4) el conocimiento de Dios en su imagen restaurada por los dones gratuitos (el alma humana);
5) el conocimiento de la unidad de Dios por su aspecto primordial, el Ser; 6) el conocimiento de la Santísima Trinidad en Dios por el aspecto del Bien; 
7) del transporte mental y místico en el que, quedando la inteligencia en reposo, el amor se ejercita totalmente en Dios. 

Salta a la vista que “esta es una de las más bellas consagraciones de las facultades humanas que haya podido hacerle a Dios la filosofía” (A. de Margerie, Essai sur la philosophie de S. Bonaventure).

Esas sucesivas fases en la ascensión a Dios pueden reducirse en suma a tres grandes etapas: 
a) adivinar al Creador gracias a las huellas que El ha dejado en el universo; 
b) reconocer a Dios en su imagen más perfecta, el alma humana; 
c) entregarse a Dios con miras a una pertenencia y a una semejanza perfectas. 
Los medios que recorre este itinerario están tomados de dos filosofías, la aristotélica y la platónica: por una parte, el esfuerzo de abstracción, que del conocimiento sensible desprende la idea, y del efecto la causa; por otra parte, la iluminación gracias a la cual los rayos del pensamiento divino iluminan la inteligencia humana. “Por lo tanto, abre los ojos, apresta el oído, desliga tus labios y aplica tu corazón, a fin de ver a tu Dios en todas las creaturas, de oírlo, alabarlo, amarlo, rendirle homenaje, proclamar su grandeza, si no quieres que el universo se levante contra ti”. Pero la condición sine qua non del arranque es la humildad. En lugar de enorgullecerse del poder de la razón, que el espíritu humano se incline ante el poder del Creador si quiere comprender algo en su obra, y sobre todo descubrirlo a El mismo a través de los misterios de su Providencia. He aquí la base de la verdadera sabiduría. Por lo cual “la viejecilla que barre el atrio de la Iglesia es quizá más sabia que el sabio que se agota sobre sus libros, porque siendo ella más humilde, es más accesible a las luces de la Fe”. Y a todo lo largo de este itinerario, los sostenes indispensables son el recuerdo amoroso de los grandes misterios de la Encarnación y de la Redención, la devoción a la Sagrada Eucaristía, al Sagrado Corazón de Jesús y a la Santísima virgen María, con la sumisión a la autoridad de la Iglesia y la caridad para con el prójimo.

jueves, 9 de julio de 2015

Papa Francisco: ¿Saben cuál es la receta que hace de Ecuador un pueblo piadoso? La valentía de consagrar la Nación al Corazón de Cristo


En un discurso espontáneo a los sacerdotes y religiosos, el Papa Francisco destacó la profunda piedad religiosa que encontró en el pueblo ecuatoriano y confesó que le preguntó a Jesús “varias veces” cuál era “la receta”; y en oración descubrió que la receta fue la consagración del país al Sagrado Corazón de Jesús y después al Corazón Inmaculado de María.
“En estos dos días, 48 horas que estuve en contacto con ustedes, noté que había algo raro, perdón, algo raro en el pueblo ecuatoriano. Todos los lugares donde voy, siempre el recibimiento es alegre, contento, cordial, religioso, piadoso, en todo lado”, dijo el Papa desde el atrio del Santuario de Nuestra Señora de la Presentación del Quinche.
Francisco destacó que los ecuatorianos piden la bendición “desde el más viejo hasta la wawa (como se llama a los niños pequeños en los pueblos andinos), que lo primero que aprende es hacer así (juntar las manos para rezar)”. Había algo distinto y “yo también tuve la tentación como el Obispo de Sucumbíos (Mons. Celmo Lazzari), de preguntar ¿cuál es la receta de este pueblo? ¿Cuál es?”.
Esto “me daba vuelta en la cabeza y rezaba. Le pregunté a Jesús varias veces en la oración, qué tiene este pueblo, de distinto”. “Esta mañana orando se me impuso aquella consagración al Sagrado Corazón. Pienso que se los debo decir, como un mensaje de Jesús”, expresó.
El Santo Padre dijo a los ecuatorianos que toda su riqueza espiritual, “de piedad, de profundidad, vienen de haber tenido la valentía -porque fueron momentos muy difíciles-, la valentía de consagrar la Nación al Corazón de Cristo, ese Corazón Divino y humano que nos quiere tanto y yo lo noto un poco con eso: divino y humano”.
Pocos años después llegó “la consagración al corazón de María. No olviden: Esa consagración es un hito en la historia del pueblo de Ecuador y de esa consagración siento como que le viene esa gracia que tienen ustedes, esa piedad, esa cosa que los hace distintos”, aseguró el Papa.
La historia de la consagración
Ecuador fue uno de los primeros países de América Latina en consagrarse al Sagrado Corazón de Jesús.
Era 1873 y desde hacía tres años el Papa no tenía territorio reconocido luego que la unificación italiana terminase con los Estados Pontificios. En este contexto, el presidente de Ecuador, Gabriel García Moreno, decidió consagrar el país al Sagrado Corazón de Jesús como respaldo al Pontífice que pasaba por duros momentos.
Ya en su primer periodo como mandatario, García Moreno había firmado el Concordato con la Iglesia. Así, gracias a sus gestiones, el Congreso Nacional emitió el 31 de agosto de 1873 un decreto conciliar que afirma que “el mayor bien que puede gozar un pueblo es el de conservar pura la fe católica, apostólica y romana”.
En ese sentido, estableció que “se consagra la República de Ecuador al Santísimo Corazón de Jesús, declarándolo su Patrón y Protector”.
La consagración a nivel nacional se dio el 25 de marzo del año siguiente, ya para entonces los misioneros habían recorrido los pueblos para disponer el espíritu de los ecuatorianos. El presidente García Moreno, junto a su amigo el Padre Proaño, se encargó de los preparativos para la celebración en la capital del país.
En el 1892 el país fue también consagrado al Corazón Inmaculado de María

DISCURSO DE LLEGADA DEL PAPA FRANCISCO A ECUADOR. Podemos encontrar en el Evangelio las claves que nos permitan afrontar los desafíos actuales, valorando las diferencias, fomentando el diálogo y la participación sin exclusiones, para que los logros en progreso y desarrollo que se están consiguiendo garanticen un futuro mejor para todos


DISCURSO TEXTUAL DEL PAPA FRANCISCO: 
ddiscu

"Señor Presidente, distinguidas autoridades del Gobierno, hermanos del Episcopado, señoras y señores. Amigos todos. Doy gracias a Dios por haberme permitido volver a América Latina y estar hoy aquí con ustedes, en esta hermosa tierra del Ecuador. Siento alegría y gratitud al ver la calurosa bienvenida, es una muestra más del carácter acogedor, que tan bien define a las gentes de esta noble Nación. Le agradezco, Señor Presidente, sus palabras. Le agradezco que sus consonancias con mi pensamiento, me ha citado demasiado. Gracias. A las que correspondo con mis mejores deseos para el ejercicio de su misión, que pueda lograr lo que quiere para el bien de su pueblo. Saludo cordialmente a las distinguidas autoridades del Gobierno, a mis hermanos Obispos, a los fieles de la Iglesia en el país y a todos aquellos que me abren hoy las puertas de su corazón, de su hogar y de su Patria. A todos ustedes mi afecto y sincero reconocimiento. Visité Ecuador en distintas ocasiones por motivos pastorales; así también hoy, vengo como testigo de la misericordia de Dios y de la fe en Jesucristo. La misma fe que durante siglos ha modelado la identidad de este pueblo y ha dado tan buenos frutos, entre los que se destacan figuras preclaras como Santa Mariana de Jesús, el santo hermano Miguel Febres, santa Narcisa de Jesús o la beata Mercedes de Jesús Molina, beatificada en Guayaquil hace treinta años durante la visita del papa San Juan Pablo II. Ellos vivieron la fe con intensidad y entusiasmo, y practicando la misericordia contribuyeron, desde distintos ámbitos, a mejorar la sociedad ecuatoriana de su tiempo. En el presente, también nosotros podemos encontrar en el Evangelio las claves que nos permitan afrontar los desafíos actuales, valorando las diferencias, fomentando el diálogo y la participación sin exclusiones, para que los logros en progreso y desarrollo que se están consiguiendo garanticen un futuro mejor para todos, poniendo una especial atención en nuestros hermanos más frágiles y en las minorías más vulnerables, que son la deuda que todavía América Latina tiene. Para esto, Señor Presidente, podrá contar siempre con el compromiso y la colaboración de la Iglesia, para servir a este pueblo ecuatoriano que se ha puesto de pie con dignidad. Amigos todos, comienzo con ilusión y esperanza los días que tenemos por delante. En Ecuador está el punto más cercano al espacio exterior: es el Chimborazo, llamado por eso al lugar ‘más cercano al Sol’, a la Luna y las estrellas. Nosotros, los cristianos, identificamos a Jesucristo con el Sol, y a la Luna con la iglesia y la Luna no tiene luz propia y si la Luna se esconde del Sol se vuelve oscura. El Sol es Jesucristo y si la Iglesia se aparta y se esconde de Jesucristo se vuelve oscura y no da testimonio. Que estos días se nos haga más evidente a todos la cercanía del sol que nace de lo alto, y que seamos reflejo de su luz, de su amor. Desde aquí quiero abrazar al Ecuador entero. Que desde la cima del Chimborazo, hasta las costas del Pacífico; desde la selva amazónica, hasta las Islas Galápagos, nunca pierdan la capacidad de dar gracias a Dios por lo que hizo y hace por ustedes, la capacidad de proteger lo pequeño y lo sencillo, de cuidar de sus niños y ancianos – que son la memoria de su pueblo-, de confiar en la juventud, y de maravillarse por la nobleza de su gente y la belleza singular de su país, que según el señor Presidente es el paraíso. Que el Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María, a quienes Ecuador ha sido Consagrado, derramen sobre ustedes su gracia y bendición. Muchas gracias”

HOMILIA DEL SANTO PADRE EN GUAYAQUIL ECUADOR. También la carencia de ese vino puede ser el efecto de la falta de trabajo, de las enfermedades, de situaciones problemáticas que nuestras familias en todo el mundo atraviesan


Maria acude con confianza a Jesús, esto significa que María reza
El pasaje del Evangelio que acabamos de escuchar es el primer signo portentoso que se realiza en la narración del Evangelio de Juan. La preocupación de María, convertida en súplica a Jesús: «No tienen vino» le dijoy la referencia a «la hora» se comprenderá, después en los relatos de la Pasión. Está bien que sea así, porque eso nos permite ver el afán de Jesús por enseñar, acompañar, sanar y alegrar desde ese clamor de su madre: «No tienen vino».  
Las bodas de Caná se repiten con cada generación, con cada familia, con cada uno de nosotros y nuestros intentos por hacer que nuestro corazón logre asentarse en amores duraderos, en amores fecundos y en amores alegres. Demos un lugar a María, «la madre» como lo dice el evangelista. Hagamos con ella, ahora, el itinerario de Caná.
María está atenta, atenta en esas bodas ya comenzadas, es solícita a las necesidades de los novios. No se ensimisma, no se enfrasca en su mundo, su amor la hace «ser hacia» los otros, tampoco busca a las amigas para comentar lo que está pasando y criticar, la mala preparación de las bodas y como está atenta con su discreción se da cuenta de que falta el vino. El vino es signo de alegría, de amor, de abundancia. Cuántos de nuestros adolescentes y jóvenes perciben que en sus casas hace rato que ya no hay deese vino. Cuánta mujer sola y entristecida se pregunta cuándo el amor se fue,cuándo el amor se escurrió de su vida.
Cuántos ancianos se sienten dejados fuera de la fiesta de sus familias, arrinconados y ya sin beber del amor cotidiano de sus hijos, de sus nietos, de sus bisnietos. También la carencia de ese vino puede ser el efecto de la falta de trabajo, de las enfermedades, de situaciones problemáticas que nuestras familias en todo el mundo atraviesan. María no es una madre «reclamadora»,tampoco es una suegra que vigila para solazarse de nuestras impericias, de nuestros errores o desatenciones. ¡María simplemente es madre!: Ahí está, atenta y solícita.
Es lindo escuchar esto, María es Madre, ¿se animan a decirlo todos juntos conmigo? ¡Vamos!: María es Madre. Otra vez: María es Madre, otra vez: María es Madre. Pero María, en ese momento que se percata que falta el vino acude con confianza a Jesús, esto significa que María reza. Va a Jesús, reza. No va al mayordomo; directamente le presenta la dificultad de los esposos a su Hijo. La respuesta que recibe parece desalentadora: «¿Qué podemos hacer tú y yo? Todavía no ha llegado mi hora» (Jn 2,4). Pero, entre tanto, ya ha dejado el problema en las manos de Dios. Su apuro por las necesidades de los demás apresura la «hora» de Jesús. Y María es parte de esa hora, desde el pesebre a la cruz.
Ella que supo «transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura» (Evangelii gaudium, 286) y nos recibió como hijos cuando una espada le atravesaba el corazón, a su Hijo, Ella  nos enseña a dejar nuestras familias en manos de Dios; nos enseña arezar, encendiendo la esperanza que nos indica que nuestras preocupaciones también son preocupaciones de Dios.  
Y rezar siempre nos saca del perímetro de nuestros desvelos, nos hace trascender lo que nos duele, lo que nos agita o lo que nos falta a nosotros mismos y nos ayuda a ponernos en la piel de los otros, a ponernos en sus zapatos. La familia es una escuela donde la oración también nos recuerda que hay un nosotros, que hay un prójimo cercano, patente: que vive bajo el mismo techo y que comparte la vida y está necesitado.  
Y finalmente, María actúa. Las palabras «Hagan lo que Él les diga» (v. 5), dirigidas a los que servían, son una invitación también a nosotros, a ponernos a disposición de Jesús, que vino a servir y no a ser servido. El servicio es el criterio del verdadero amor. El que ama sirve, se pone al servicio de los demás Y esto se aprende especialmente en la familia, donde nos hacemos, por amor, servidores unos de otros.
En el seno de la familia, nadie es descartado, todos valen lo mismo, me acuerdo que una vez a mi mamá le preguntaron: ¿A cuál de sus cinco hijos (nosotros somos cinco hermanos), a cuál de sus cinco hijos quería más? Y ella dijo: “como los dedos, si me pinchan este, me duele lo mismo que si me pinchan este una madre quiere a sus hijos como son y en una familia los hermanos se quieren como son nadie es descartado, allí en la familia «se aprende a pedir permiso sin avasallar, a decir “gracias” como expresión de una sentida valoración de las cosas que recibimos, a dominar la agresividad o la voracidad, y allí se aprende también a pedir perdón cuando hacemos algún daño y nos peleamos, porque en toda familia hay peleas el problema es después pedir perdón.
Estos pequeños gestos de sincera cortesía ayudan a construir una cultura de la vida compartida y del respeto a lo que nos rodea» (Laudato si’, 213).
La familia es el hospital más cercano, cuando uno está enfermo lo cuidan ahí mientras se puede, la familia es la primera escuela de los niños, es el grupo de referencia imprescindible para los jóvenes, es el mejor asilo para los ancianos. La familia constituye la gran «riqueza social», que otras instituciones no pueden sustituir, que debe ser ayudada y potenciada, para no perder nunca el justo sentido de los servicios que la sociedad presta a sus ciudadanos.
En efecto, estos servicios que la sociedad presta a los ciudadanos, estos no son una forma de limosna, sino una verdadera «deuda social» respecto a la institución familiar, que es la base y la que tanto aporta al bien común de todos.  La familia también forma una pequeña Iglesiala llamamos «Iglesia doméstica» que, junto con la vida, encauza la ternura y la misericordia divina.
En la familia la fe se mezcla con la leche materna: experimentando el amor de los padres se siente más cercano el amor de Dios.  Y en la familia y de esto todos somos testigos los milagros se hacen con lo que hay, con lo que somos, con lo que uno tiene a mano y muchas veces no es el ideal, no es lo que soñamos, ni lo que «debería ser». Hay un detalle que nos tiene que hacer pensar: el vino nuevo ese vino tan nuevo que dice el Mayordomo en las bodas de Caná nace de las tinajas de purificación, es decir, del lugar donde todos habían dejado su pecado, nacen de lo peorcito porque «donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia» (Rm 5,20).
y en la familia de cada uno de nosotros y en la familia común que formamos todos, nada se descarta, nada es inútil. Poco antes de comenzar el Año Jubilar de la Misericordia, la Iglesia celebrará el Sínodo Ordinario dedicado a las familias, para madurar un verdadero discernimiento espiritual y encontrar soluciones y ayudas concretas a las muchas dificultades e importantes desafíos que la familia hoy debe afrontar. Les invito a intensificar su oración por esta intención, para que aun aquello que nos parezca impuro, el agua de las tinajas, nos escandalice o espante, Dios –haciéndolo pasar por su «hora»– lo pueda transformar en milagro.  
La familia hoy necesita de este milagro. Y toda esta historia comenzó porque «no tenían vino», y todo se pudo hacer porque una mujer –la Virgen– estuvo atenta, supo poner en manos de Dios sus preocupaciones, y actuó con sensatez y coraje. Pero hay un detalle, no es menor el dato final: gustaron el mejor de los vinos. Y esa es la buena noticia: el mejor de los vinos está por ser tomado, lo más lindo, lo más profundo y lo más bello para la familia está por venir.
Está por venir el tiempo donde gustamos el amor cotidiano, donde nuestros hijos redescubren el espacio que compartimos, y los mayores están presentes en el gozo de cada día. El mejor de los vinos está en la esperanza, está por venir para cada persona que se arriesga al amor. Y en la familia hay que arriesgarse al amorhay que arriesgarse a amar. Y el mejor de los vinos está por venir aunque todas las variables y estadísticas digan lo contrario; el mejor vino está por venir en aquellos que hoy ven derrumbarse todo.
Murmúrenlo hasta creérselo: el mejor vino está por venir. Murmúrenselocada uno en su corazón: El mejor vino está por venir. Y susúrrenselo a los desesperados o a los desamorados. Tené Paciencia, tené esperanza, Hacé como María, rezá actuá, abrí tu corazón, porque el mejor vino va a venir.
Dios siempre se acerca a las periferias de los que se han quedado sin vino, los que sólo tienen para beber desalientos; Jesús siente debilidad por derrochar el mejor de los vinos con aquellos a los que por una u otra razón, ya sienten que se les han roto todas las tinajas. Como María nos invita, hagamos «lo que el Señor nos diga», lo que Él nos diga y agradezcamos que en este nuestro tiempo y nuestra hora, el vino nuevo, el mejor, nos haga recuperar el gozo de ser familia, el gozo de vivir en familia. Que así sea

HOMILIA DEL PAPA FRANCISCO EN QUITO ECUADOR. Hermanos, tengan los sentimientos de Jesús ¡Sean un testimonio de comunión fraterna que se vuelve resplandeciente.


Me imagino ese susurro de Jesús en la última Cena como un grito en esta misa que celebramos en «El Parque Bicentenario».  Imaginémoslo juntos.  El Bicentenario de aquel Grito de Independencia de Hispanoamérica. Ése fue un grito, nacido de la conciencia de la falta de libertades, de estar siendo exprimidos, saqueados, «sometidos a conveniencias circunstanciales de los poderosos de turno» (Evangelii gaudium 213).
Quisiera que hoy los dos gritos concorden bajo el hermoso desafío de la evangelización. No desde palabras altisonantes, ni con términos complicados, sino que nazca de «la alegría del Evangelio», que «llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento» de la conciencia aislada (Evangelii gaudium 1). Nosotros, aquí reunidos, todos juntos alrededor de la mesa con Jesús somos un grito, un clamor nacido de la convicción de que su presencia nos impulsa a la unidad, «señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable» (Evangelii gaudium 14).
«Padre, que sean uno para que el mundo crea», así lo deseó mirando al cielo. A Jesús le brota este pedido en un contexto de envío: Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. En ese momento, el Señor está experimentando en carne propia lo peorcito de este mundo al que ama, aun así, con locura: intrigas, desconfianzas, traición, pero no esconde la cabeza, no se lamenta. También nosotros constatamos a diario que vivimos en un mundo lacerado por las guerras y la violencia. Sería superficial pensar que la división y el odio afectan sólo a las tensiones entre los países o los grupos sociales. En realidad, son manifestación de ese «difuso individualismo» que nos separa y nos enfrenta (cf. Evangelii gaudium, 99), son manifestación de la herida del pecado en el corazón de las personas, cuyas consecuencias sufre también la sociedad y la creación entera. Precisamente, a este mundo desafiante, con sus egoísmos Jesús nos envía, y nuestra respuesta no es hacernos los distraídos, argüir que no tenemos medios o que la realidad nos sobrepasa. Nuestra respuesta repite el clamor de Jesús y acepta la gracia y la tarea de la unidad.
A aquel grito de libertad prorrumpido hace poco más de 200 años no le faltó ni convicción ni fuerza, pero la historia nos cuenta que sólo fue contundente cuando dejó de lado los personalismos, el afán de liderazgos únicos, la falta de comprensión de otros procesos libertarios con características distintas pero no por eso antagónicas.
Y la evangelización puede ser vehículo de unidad de aspiraciones, sensibilidades, ilusiones y hasta de ciertas utopías. Claro que sí; eso creemos y gritamos. «Mientras en el mundo, especialmente en algunos países, reaparecen diversas formas de guerras y enfrentamientos, los cristianosqueremos insistir en nuestra propuesta de reconocer al otro, de sanar las heridas, de construir puentes, de estrechar lazos y de ayudarnos “mutuamente a llevar las cargas”» (Evangelii gaudium 67). El anhelo de unidad supone la dulce y confortadora alegría de evangelizar, la convicción de tener un inmenso bien que comunicar, y que comunicándolo, se arraiga; y cualquier persona que haya vivido esta experiencia adquiere más sensibilidad para las necesidades de los demás (cf. Evangelii gaudium 9). De ahí, la necesidad de luchar por la inclusión a todos los niveles, luchar por la inclusión a todos los niveles evitando egoísmos, promoviendo la comunicación y el diálogo, incentivando la colaboración. Hay que confiar el corazón al compañero de camino sin recelos, sin desconfianzas. «Confiarse al otro es algo artesanal,porque la paz es algo artesanal» (Evangelii gaudium 244), es impensable que brille la unidad si la mundanidad espiritual nos hace estar en guerra entre nosotros, en una búsqueda estéril de poder, prestigio, placer o seguridad económica.
Y esto a costilla de los más pobres, de los más excluídos de los más indefensos, de los que no pierden su dignidad pese a que se la golpean todos los días. Esta unidad es ya una acción misionera «para que el mundo crea». La evangelización no consiste en hacer proselitismo, el proselitismo es una caricatura de la evangelización, sino evangelizar es atraer con nuestro testimonio a los alejados, es acercarse humildemente a aquellos que se sienten lejos de Dios y en la Iglesia, acercarse a los que se sienten juzgados y condenados a priori por los que se sienten perfectos y puros, acercarnos a los que son temerosos o a los indiferentes para decirles: «El Señor también te llama a ser parte de su pueblo y lo hace con gran respeto y amor» (Evangelii gaudium 113). Porque nuestro Dios nos respeta hasta en nuestras bajezas y en nuestro pecado.  Con qué este llamamiento del Señor, con qué humildad y con qué respeto lo descreibe en el texto del Apocalipsis: “Mira, estoy a la puerta y llamo, si querés abrir” No fuerza, no hace saltar la cerradura, simplemente toca el timbre, golpea suavemente y espera, ese es nuestro Dios.
La misión de la Iglesia, como sacramento de la salvación, condice con su identidad como Pueblo en camino, con vocación de incorporar en su marcha a todas las naciones de la tierra. Cuanto más intensa es la comunión entre nosotros, tanto más se ve favorecida la misión (cf. Juan Pablo IIPastores gregis, 22). Poner a la Iglesia en estado de misión nos pide recrear la comunión pues no se trata ya de una acción sólo hacia afuera… nos misionamos también hacia adentro y misionamos hacia afuera como se manifiesta una madre que sale al encuentro, como se manifiesta una casa acogedora, una escuela permanente de comunión misionera» (Aparecida370).
Este sueño de Jesús es posible porque nos ha consagrado, por «ellos me consagro a mí mismo, dice para que ellos también sean consagrados en la verdad» (Jn 17,19). La vida espiritual del evangelizador nace de esta verdad tan honda, que no se confunde con algunos momentos religiosos que brindan cierto alivio; una espiritualidad quizás difusa. Jesús nos consagra para suscitar un encuentro con Él, persona a persona, un encuentro que alimenta el encuentro con los demás, el compromiso en el mundo y la pasión evangelizadora (Cf. Evangelii gaudium 78).
La intimidad de Dios, para nosotros incomprensible, se nos revela con imágenes que nos hablan de comunión, comunicación, donación, amor. Por eso la unión que pide Jesús no es uniformidad sino la «multiforme armonía que atrae» (Evangelii gaudium 117). La inmensa riqueza de lo variado, de lo múltiple que alcanza la unidad cada vez que hacemos memoria de aqueljueves santo, nos aleja de tentaciones de propuestas unicistas más cercanas a dictaduras, a ideologías, a sectarismos. La propuesta de Jesús es concreta, es concreta, no es de ideas, es concreta, “Andá y hacé lo mismo” le dice a aquel que le preguntó: ¿Quién es tu prójimo? Después de haber contado la Parábola del Buen Samaritano: “Andá y Hacé lo mismo”  Tampoco la propuesta de Jesús es un arreglo hecho a nuestra medida, en el que nosotros ponemos las condiciones, elegimos los integrantes y excluimos a los demás.Esta religiosidad de elite no es la propuesta de Jesús.
Jesús reza para que formemos parte de una gran familia, en la que Dios es nuestro Padre y todos nosotros somos hermanos. Nadie es excluido y esto no se fundamenta en tener los mismos gustos, las mismas inquietudes, los mismos talentos. Somos hermanos porque, por amor, Dios nos ha creado y nos ha destinado, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos (cf. Ef 1,5). Somos hermanos porque «Dios infundió en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama ¡Abba!, ¡Padre!» (Ga 4,6). Somos hermanos porque, justificados por la sangre de Cristo Jesús (cf. Rm 5,9), hemos pasado de la muerte a la vida haciéndonos «coherederos» de la promesa (cf. Ga 3,26-29; Rm 8, 17). Esa es la salvación que realiza Dios y anuncia gozosamente la Iglesia: formar parte de un nosotros que llega hasta el «nosotros» divino.
Nuestro grito, en este lugar que recuerda aquel primero de libertad, actualiza el de San Pablo: «¡Ay de mí si no evangelizo!» (1 Co 9,16). Es tan urgente y apremiante como el de aquellos deseos de independencia. Tiene una similar fascinación, tiene el mismo fuego que atrae. Hermanos, tengan los sentimientos de Jesús ¡Sean un testimonio de comunión fraterna que se vuelve resplandeciente! Y qué lindo sería que todos pudieran admirar cómo nos cuidamos unos a otros. Cómo mutuamente nos damos aliento y cómo nos acompañamos. El don de sí es el que establece la relación interpersonal que no se genera dando «cosas», sino dándose a sí mismo. En cualquier donación se ofrece la propia persona. «Darse» significa dejar actuar en sí mismo toda la potencia del amor que es el Espíritu de Dios y así dar paso a su fuerza creadora. Y darse aún en los momentos más difíciles, como aquel Jueves Santo de Jesús, donde Él sabía cómo se tejían las traiciones y las intrigas pero se dio y se dio a sí mismo con su proyecto de Salvación.Donándose el hombre vuelve a encontrarse a sí mismo con verdadera identidad de hijo de Dios, semejante al Padre y, como él, dador de vida, hermano de Jesús, del cual da testimonio. Eso es evangelizar, ésa es nuestra revolución –porque nuestra fe siempre es revolucionaria–, ése es nuestro más profundo y constante grito
ACI Prensa

viernes, 3 de julio de 2015

Somos libre porque Jesús pagó por nuestros pecados

En él hemos sido redimidos por su sangre y hemos recibido el perdón de los pecados, 
según la riqueza de su graciaque Dios derramó sobre nosotros, dándonos toda sabiduría y entendimiento Él nos hizo conocer el misterio de su voluntad, conforme al designio misericordioso que estableció de antemano en Cristo. Ef 1, 7 - 8.



Nosotros hemos sido rescatados, "puestos en libertad, libres, rescatados" por el pago de un precio. Porque Jesucristo nos compró del pecado con el infinito precio de Su preciosa sangre, Él también nos ha liberado de manera que nunca volvamos a la esclavitud de nuevo. El énfasis está en la libertad. Nosotros somos libres para amar y servir a Aquel que nos redimió, y es por eso que ahora nosotros le adoramos.