Olvidarse de sí es poner a Dios y al prójimo en el centro de nuestro corazón y de nuestra mente. “Padre nuestro que estás en los cielos” es un remedio ideal para sanarnos del egocentrismo, y de lo que nos impide dormir por las noches por la preocupación de lo que traerá el futuro. El “venga tu reino” orienta nuestras peticiones hacia la obra más grande de Dios en el mundo, en vez de enfocarla hacia nuestras comodidades. La oración fertiliza la confianza inquebrantable en la que crece saludablemente el olvido de nosotros mismos. Si Dios se preocupa por nosotros, ¿por qué angustiarnos? “Vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mt 6:32, 33).
Orar significa olvidarnos de nosotros mismos. Así que cuando oremos, confiemos en la memoria de Dios —Él nunca olvida un nombre o una necesidad.