jueves, 16 de mayo de 2019

Amar quiere decir reconocer que cada persona, para Dios, es tan preciosa y valiosa como nosotros mismos. Esta es la actitud básica, a partir de la cual, podremos desarrollar nuestros sentimientos de amor hacia los demás.



En lo más profundo de nuestros corazones, la mayor parte de nosotros compartimos el convencimiento de que todos los seres humanos son de gran valor, aunque sean culpables. Cuando nos ocurre algo terrible, y sentimos odio y deseo de venganza, sufren un vuelco todos nuestros valores. Podemos llegar a echamos atrás y preguntamos: ¿hay que perdonar también en este caso? El perdón es algo que está en el corazón de la fe cristiana. Pero también lo está la justicia.
Nunca ha de usarse el perdón como un escape en una situación conflictiva. Tenemos la obligación de ser valerosos en la preservación de la justicia en el mundo.

Muchos de nosotros hemos aprendido a perdonar cuando éramos niños. Lo hemos aprendido con nuestros padres y nuestros cuidadores a los que amábamos y necesitábamos. Ahora somos grandes, pero tenemos que seguir aprendiendo cosas nuevas. Siempre cometemos fallos y equivocaciones. La experiencia de ser amados y perdonados sigue ayudándonos a crecer y a convertirnos en personas amables.

Ya hemos aprendido que los adultos tampoco somos perfectos. A veces admitimos nuestras equivocaciones y nos perdonamos. Esto nos acerca más unos a otros; nos sentimos más seguros. Pero puede ocurrir que, por cualquier razón, hayas aprendido mal esta lección en la niñez. No estás convencido de que el amor pueda curar la herida. Te cuesta confiar y te cuesta perdonar. Si este es tu caso, necesitas hablar de ello con alguien. Nunca es tarde para aprender nuevos caminos hacia el amor.
No acaba aquí la cosa. Porque no podemos tener con todos una relación tan cercana. Sin embargo, Jesús nos dice que les amemos también a ellos. Jesús nos resume lo que Dios nos exige en estos dos mandamientos:
Amarás al Señor; tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

Dios derramó sobre nosotros un amor costosísimo, al enviar a su Hijo Unigénito a morir por ti y por mí. Y, en consecuencia, nos invita a volvemos a él y decirle: "Me arrepiento de mi pecado. Creo que Jesús murió por mí. Perdóname y haz que vuelva a ser tu hijo o tu hija". Pero, date cuenta de que, si das este paso, también tú te comprometes a perdonar.



  • Alguien te ha herido.
  • Eres consciente de lo que ha ocurrido y de cómo te sientes.
  • Comprendes lo que sentía la otra parte y, hasta cierto punto, le excusas.
  • Pero, aun así, hay algo que ha estado mal y tú le reprendes por ello.
Ahora bien, ¿dónde encontrar el poder y la voluntad para perdonar?
¿Temes que no sea posible, y que las cosas no van a volver a estar como antes?
¿Pretendes que todo dependa de la otra persona? Tú únicamente perdonas, si el otro se excusa humildemente y hace que te sientas gloriosamente generoso.
¿No dependerá, más bien, de lo generoso que te muestras hacia el otro?
Es el amor el que nos proporcionará un poderoso motivo para perdonar.
Si amamos a alguien, no lo abandonaremos. A los seres queridos no podemos arrojarlos por ahí como un trapo viejo. Perderlos es como si nos cortaran un dedo. Podremos sentimos furiosos con ellos y creer que el perdonar va a ser difícil y doloroso. Pero también sabemos que, a la larga, nos va a doler mucho más el perder su amor.

martes, 7 de mayo de 2019

ORACIÓN AL ÁNGEL DE LA GUARDA DE MACARIO, EL EGIPCIO


Ángel santo, 
que velas por mi pobre alma 
y por mi vida, 
no me dejes, soy pecador
y no me desampares 
a causa de mis manchas. 

No dejes que se me acerque 
el mal espíritu. 

Y dirígeme poderoso 
preservando mi cuerpo mortal.

Toma mi mano débil 
y condúceme por el camino 
de la salvación.

Amén.