Mantener nuestra paz en el Señor cada día es difícil por una serie de razones, pero luchamos más cuando la situación involucra a otras personas. Nos hieren, a sabiendas e inconscientemente. Ofenden nuestro orgullo. Podemos sentir que nos han pasado por alto, malinterpretado o tergiversado; que no recibimos algo que en verdad merecíamos o necesitábamos.
Nuestros hogares, lugares de trabajo e incluso nuestras iglesias, se caracterizan a menudo por la falta de paz, pero no tiene por qué ser así. A pesar de las circunstancias en nuestra vida, podemos permanecer tranquilos y jubilosos. Solo hay una solución para esta ansiedad: el perdón.