El amor divino es semejante a una presión atmosférica que rodea, encierra cada ser y pesa sobre él. Sitia a cada hombre y quiere conquistarlo. Intenta procurarse una apertura, encontrar el camino que conduce al corazón y le permita penetrar por todas partes.
La diferencia entre el pecador y el santo es que el pecador cierra su corazón al amor, mientras que el santo se abre a este amor. Pero se trata del mismo amor, de la misma presión. El uno rechaza, el otro acepta. No hay aceptación sin una gracia, pero esta gracia no se mide.
No hay comentarios:
Publicar un comentario