Cuando se mira el mundo actual, lleno de violencias, mentiras, placeres sin sentido, lágrimas, sufrimientos, digamos con mucha fe que el Señor sigue incesante y silenciosamente viniendo a este mundo.
¿Esperamos verdaderamente al Señor o confiamos en otras instancias? Muy cerca de nosotros, muchos hombres no esperan a Aquel a quien nosotros esperamos y, sin embargo, esperan siempre un poco de alegría y de paz. La espera y la esperanza están inscritas en el fondo de nuestro ser.
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