No hay amor maduro y perseverante sin renuncia ni sacrificio escondido.
Gracias a la introducción de la inteligencia en el terreno sentimental se hace un acto reflexivo, de detención y análisis. Nos detenemos a pensar en la manera de ensayar y enfocar adecuadamente el desarrollo de ese amor día a día, y captamos sus rasgos, sus matices y recovecos. Así se aprende a vivir, se descubre el jeroglífico que es vivir con otra persona compartiéndolo todo.
El amor, como tendencia de la voluntad hacia algo bueno, asume e integra el sentimiento y se hace personal gracias a que es meditado y razonado.
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