La paz que Cristo da no se obtiene a la fuerza. En griego la palabra paz es eirene, la cual significa atar o unir, y da la idea de unidad sin conflicto ni abatimiento. De manera que recibimos la oferta de paz que Jesucristo ofrece al unirnos a Él.
Sin dicha relación personal, nunca disfrutaremos de paz genuina —sin importar todo lo que tengamos. Además, la ansiedad y la falta de tranquilidad pueden ocasionar dolencias físicas. Aunque intentemos buscar alivio en otras alternativas, nunca podremos encontrar paz separados de Cristo.
Cristo es la fuente de paz.
La paz de Cristo no es algo que podamos obtener por medio de nuestras obras, ya que es un regalo que Dios da a todos los que somos suyos. Cristo nos ha salvado y en ese momento establecemos una relación eterna con Cristo, y donde Él está, hay paz. Una de las evidencias de esa relación con el Príncipe de Paz es que venimos a ser pacificadores (Mt 5.9). Y la manera más básica de hacerlo, es al conectar a otras personas con Jesucristo, el mayor pacificador.