miércoles, 24 de julio de 2019

No permita que pecados como la ira, la inmoralidad o la amargura le roben la paz, Jesucristo como el Príncipe de Paz, nos enseña cómo podemos encontrar satisfacción interior y descanso verdadero por medio de una relación personal con El



La paz que Cristo da no se obtiene a la fuerza. En griego la palabra paz es eirene, la cual significa atar o unir, y da la idea de unidad sin conflicto ni abatimiento. De manera que recibimos la oferta de paz que Jesucristo ofrece al unirnos a Él.
Sin dicha relación personal, nunca disfrutaremos de paz genuina —sin importar todo lo que tengamos. Además, la ansiedad y la falta de tranquilidad pueden ocasionar dolencias físicas. Aunque intentemos buscar alivio en otras alternativas, nunca podremos encontrar paz separados de Cristo.
Cristo es la fuente de paz.
La paz de Cristo no es algo que podamos obtener por medio de nuestras obras, ya que es un regalo que Dios da a todos los que somos suyos. Cristo nos ha salvado y en ese momento establecemos una relación eterna con Cristo, y donde Él está, hay paz. Una de las evidencias de esa relación con el Príncipe de Paz es que venimos a ser pacificadores (Mt 5.9). Y la manera más básica de hacerlo, es al conectar a otras personas con Jesucristo, el mayor pacificador.

La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo Jn, 14



Esta era no se caracteriza por paz, ni externa ni interna. Las personas sienten ansiedad debido a sus empleos, situación económica, relaciones interpersonales, entre otras cosas; pues el mundo no puede dar la paz que va más allá de las circunstancias. Solo puede ofrecer una paz aparente que se basa en la falsa promesa de que la paz llegará al obtener lo que se desea.

Jesucristo es quien nos junta en un solo cuerpo, y el único que puede mantenernos unidos.



Los seres humanos hoy en día somos azotados por un problema antiguo: para decirlo con sutileza, se nos dificulta llevarnos bien. Por eso no faltan guerras, conflictos, discusiones y peleas en el mundo entero. Aunque podríamos esperar que este no sea el caso entre los cristianos, el apóstol Pablo dio testimonio de unidad, ellos como verdaderos creyentes que habían sido enriquecidos en todo a través de Cristo: en gracia, palabra, conocimiento y dones espirituales.