jueves, 22 de septiembre de 2016
Una de las razones que nos impiden ser de verdad nosotros mismos y encontrar nuestro camino en la vida es el no comprender hasta qué punto estamos ciegos.
Son muchas las cosas que tenemos ante los ojos para que nos demos cuenta de lo esencial: de lo invisible que no sabemos ver. Vivimos en una sociedad llena de reclamos que captan nuestra atención y se nos imponen, y que no tenemos necesidad de buscarlos y descubrirlos: están delante de nosotros solicitando toda nuestra atención. Lo que es invisible, en cambio, no se impone, debemos buscarlo y descubrirlo. El mundo exterior pretende nuestra atención; Dios se dirige a nosotros desde nuestro ser más profundo y auténtico. Ciegos por la lluvia de objetos, olvidamos que éstos no agotan las aspiraciones del hombre. Ser incapaces de percibir lo invisible y esencial es quedarse fuera del pleno conocimiento, fuera de la experiencia de la realidad total que es la creación de Dios.
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