Todo es don y gracia. Cosas y acontecimientos se transforman en huellas de Dios y de su Espíritu. Descubrirlo es sumergirse en el gozo del Espíritu y vivir en acción de gracias continua. La vida se hace bendición y eucaristía. Jesús resucitado sopla sobre sus discípulos para que reciban el Espíritu Santo (Jn 20,21). Este soplo de Jesús simboliza al Espíritu, que El envía, como principio de la nueva creación; su presencia sobre toda carne, sobre grandes y pequeños, jóvenes y viejos, judíos y gentiles (Jl 3,1- 2; He 2,17-18) es el signo del comienzo del mundo nuevo y de la misión de la Iglesia. Esto es vivir en la gracia de Dios, como nueva criatura, contemplando cómo «pasa lo viejo y surge cada día todo nuevo» (2 Cor 5,17; Gál 6,15). La gracia de Dios no es sino la experiencia de que por el Espíritu Santo el amor de Dios se derrama en nuestros corazones (Rom 5,5).
miércoles, 26 de abril de 2017
El Espíritu Santo, don y amor de Dios en persona, nos revela la realidad. A su luz, el creyente descubre que nada es superfluo ni trivial.
Todo es don y gracia. Cosas y acontecimientos se transforman en huellas de Dios y de su Espíritu. Descubrirlo es sumergirse en el gozo del Espíritu y vivir en acción de gracias continua. La vida se hace bendición y eucaristía. Jesús resucitado sopla sobre sus discípulos para que reciban el Espíritu Santo (Jn 20,21). Este soplo de Jesús simboliza al Espíritu, que El envía, como principio de la nueva creación; su presencia sobre toda carne, sobre grandes y pequeños, jóvenes y viejos, judíos y gentiles (Jl 3,1- 2; He 2,17-18) es el signo del comienzo del mundo nuevo y de la misión de la Iglesia. Esto es vivir en la gracia de Dios, como nueva criatura, contemplando cómo «pasa lo viejo y surge cada día todo nuevo» (2 Cor 5,17; Gál 6,15). La gracia de Dios no es sino la experiencia de que por el Espíritu Santo el amor de Dios se derrama en nuestros corazones (Rom 5,5).
No hay comentarios:
Publicar un comentario