Es igualmente evidente que la degradación de estas propuestas es proporcional al vacío y frustración que dejan en el hombre. Y no puede ser de otra manera, pues la falsa alegría que ofrece la anti-cultura está fundada en aspiraciones de poder, tener o placer, las cuales alienan más y más al ser humano de lo profundo de sí mismo y del recto sentido de sus dinamismos fundamentales y, por lo tanto, de su realización personal. De ahí que la alegría puramente mundana sea vacía, superficial, transitoria, incapaz de colmar de verdadero gozo el corazón humano.
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