¡Oh, glorioso Arcángel San Rafael, que estás presente ante el trono del Altísimo! Yo, tu indigno, pero devoto admirador, me humillo en tu presencia. Conociendo por una parte mi indignidad, y por otra tu ardiente caridad, te suplico de lo íntimo del corazón, te dignes escuchar mis humildes ruegos y presentarlos ante el Señor para obtener por tu mediación los favores que solicito en esta novena.
Mas, si mi súplica no ha de contribuir a la mayor gloria de Dios y salvación de mi alma, te ruego, ¡Oh celestial protector mío!, me escojas tú la gracia que me ha de conducir con más seguridad a la eterna salvación. No mires tanto mis deseos, cuanto al bien de mi alma. Lleno de una entera confianza en Ti, espero alcanzar lo que solicito por los méritos de Nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos Amén.
Mas, si mi súplica no ha de contribuir a la mayor gloria de Dios y salvación de mi alma, te ruego, ¡Oh celestial protector mío!, me escojas tú la gracia que me ha de conducir con más seguridad a la eterna salvación. No mires tanto mis deseos, cuanto al bien de mi alma. Lleno de una entera confianza en Ti, espero alcanzar lo que solicito por los méritos de Nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos Amén.
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