“Oh, María, Reina y Madre del Carmelo, vengo hoy a
consagrarme a Ti, pues toda mi vida es como un pequeño tributo por tantas
gracias y bendiciones como he recibido de Dios a través de tus manos.
Y porque Tú miras con ojos de particular benevolencia a
los que visten tu Escapulario, te ruego que sostengas con tu fortaleza mi
fragilidad, ilumines con tu sabiduría las tinieblas de mi mente y aumentes en
mí la fe, la esperanza y la caridad, para que cada día pueda rendirte el
tributo de humilde homenaje.
El Santo Escapulario atraiga sobre mí tus miradas
misericordiosas, sea para mí prenda de particular protección en la lucha de
cada día, de modo que pueda seros fiel a tu Hijo y a Ti.
Que él me tenga apartado de todo pecado y
constantemente me recuerde el deber de pensar en Ti y revestirme de tus
virtudes.
De hoy en adelante me esforzaré por vivir en suave
unión con tu espíritu, ofrecerlo todo a Jesús por tu medio y convertir mi vida
en imagen de tu humildad, caridad, paciencia, mansedumbre y espíritu de
oración.
Oh Madre amabilísima, sosténme con tu amor
indefectible, a fin de que a mí, pecador indigno, me sea concedido un día
cambiar tu Escapulario por el Eterno vestido nupcial y habitar contigo y con
los santos del Carmelo en el Reino de tu Hijo. Así sea.”
Papa Pío XII
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