Lla gracia de nuestro Salvador concede, a aquellos que la reciben con un ardiente deseo, un remedio salvífico para sus almas: el conocimiento de la verdad
la carrera errante que encantaba al hombre termina; el sentido menospreciable de la carne se apaga; el alma es conducida hacia lo divino y hacia su propia salvación por medio de la luz de la verdad: recibe la revelación del conocimiento.
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