lunes, 15 de mayo de 2017
El amor divino es semejante a una presión atmosférica que rodea, encierra cada ser y pesa sobre él. Sitia a cada hombre y quiere conquistarlo. Intenta procurarse una apertura, encontrar el camino que conduce al corazón y le permita penetrar por todas partes.
La diferencia entre el pecador y el santo es que el
pecador cierra su corazón al amor, mientras que el santo se abre a
este amor. Pero se trata del mismo amor, de la misma presión. El uno
rechaza, el otro acepta. No hay aceptación sin una gracia, pero esta
gracia no se mide.
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