sábado, 30 de septiembre de 2017
La "madurez humana" es la plenitud consciente de todas las cualidades físicas, psíquicas y espirituales, bien armonizadas e integradas entre sí.
La educación cristiana no supone solamente la "madurez propia de la persona humana", sino que tiende a conseguir que los bautizados "se formen para vivir según el hombre nuevo en justicia y santidad de verdad, y así lleguen al hombre perfecto, en la edad de la plenitud de Cristo" (GE 2). Por medio de una educación sabiamente organizada, "hay que cultivar también en los alumnos la necesaria madurez, cuyas principales manifestaciones son la estabilidad de espíritu, la capacidad para tomar prudentes decisiones y la rectitud en el modo de juzgar sobre los acontecimientos y los hombres" (OT 11).
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