sábado, 17 de febrero de 2018

La felicidad verdadera y profunda es mucho más que solo aprender a disfrutar las cosas pequeñas y cotidianas, o aceptar nuestras cualidades y limitaciones.



Cuando volvemos la mirada a Dios, encontramos la única felicidad verdadera. Desde el Antiguo Testamento las Sagradas Escrituras nos dicen que es feliz quien ama a Dios, quien le busca y espera en Él 
(Sal 2, 12; 34, 9; 40, 5; 84, 13; 112, 1; Prv 16,20;28, 14;Ec/34, 15;Is30, 18; Tob 13, 14.)
Jesús es una auténtica puerta a la felicidad y a la esperanza. Recordemos sus palabras cuando nos explica que son felices “Quienes escuchan la palabra de Dios” (Lc 11, 28), “Quienes creen sin haber visto” (Jn 20, 29), “Quienes practican la caridad con los necesitados” (Lc 14, 14), “Los humildes y serviciales con sus hermanos” (Jn 13, 17) 

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