La prueba más grande de amor nos la dio Jesucristo. El se entregó por amor a nosotros y derramó hasta la última gota de su sangre por nosotros.
Ojalá que podamos comprender cada vez más «cuán ancho, largo, profundo y alto es el amor de Cristo. Que conozcamos este amor» (Ef. 3, 18-19), y que seamos imitadores de este amor.
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