martes, 5 de junio de 2018

El anhelo de ambicionar tan arraigado en el corazón del hombre, la experiencia cotidiana lo demuestra, es por ello que tantos buscan infructuosamente esta felicidad en las múltiples ofertas de la cultura de muerte. El consumismo, la búsqueda desordenada del placer por el placer, de lujos, riquezas y confort, la ambición del poder, el hedonismo... son tan sólo algunos signos de lo que el mundo nos ofrece como mala copia a nuestra necesidad de la auténtica felicidad.


Es igualmente evidente que la degradación de estas propuestas es proporcional al vacío y frustración que dejan en el hombre. Y no puede ser de otra manera, pues la falsa alegría que ofrece la anti-cultura está fundada en aspiraciones de poder, tener o placer, las cuales alienan más y más al ser humano de lo profundo de sí mismo y del recto sentido de sus dinamismos fundamentales y, por lo tanto, de su realización personal. De ahí que la alegría puramente mundana sea vacía, superficial, transitoria, incapaz de colmar de verdadero gozo el corazón humano.


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