Teme y guarda la voluntad de Dios no por evitar los azotes o el castigo, sino porque, habiendo gustado la dulzura de estar con Dios, aborrece el perderla, teme quedar privado de ella.
Este temor perfecto, nacido del amor, expulsa el temor inicial. Y es por eso que san Juan dice que el amor perfecto expulsa el temor: Pero es imposible llegar al temor perfecto sin pasar por el temor inicial.
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