jueves, 16 de agosto de 2018

"Así como los hijos participan de la sangre y de la carne, así también participó El de las mismas, para aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo, y liberar a cuantos, por temor a la muerte, estaban de por vida sometidos a esclavitud" (Hb 2,14-15).



No reconocer a Dios, constituirse Dios de sí mismo, cambiando al Dios verdadero por uno falso (Rm 1,18-25), lleva como consecuencia a la ruptura con el prójimo. San Pablo enumera los pecados de los paganos, que han negado a Dios, contra el prójimo: "injusticia, perversidad, codicia y maldad; llenos de envidias, homicidios, discordias, fraudes, depravación; son difamadores, calumniadores, hostiles a Dios, insolentes, arrogantes, fanfarrones, ingeniosos para el mal, rebeldes a sus padres, insensatos, desleales, sin entrañas, despiadados..." (Rm 1,29-32).

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