La falta de perdón nos hace daño. No solo causa problemas emocionales, mentales, físicos e interpersonales, sino que, como cualquier otro pecado, también nos sofoca espiritualmente porque no estamos caminando en el Espíritu.
Juan advierte que cualquiera que dice estar en la Luz, pero odia a su hermano, tropieza en la oscuridad del pecado, y sus ojos están cegados a su verdadera condición (1 Juan 2, 9 - 11).
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