Cada uno de nosotros puede recordar ocasiones en las que deseamos haber tenido una palabra certera de parte de Dios, algo a qué aferrarnos para cuando surgieran las dudas y el temor. Dios sabe cuándo necesitamos ánimo, guía y esperanza. Es por eso que nos ha dado promesas concretas en su Palabra, para que podamos entender su naturaleza y confiar en Él. En los momentos emocionalmente devastadores, las promesas de Dios son esenciales para nuestro bienestar espiritual.
La Palabra de Dios es, por consiguiente, una brújula, una guía y un libro de instrucciones para la vida. Así como usamos manuales de instrucciones en el trabajo o en la cocina, también debemos usar la Palabra de Dios como nuestra fuente de sabiduría y verdad. A nadie se le ocurriría hacer un pastel sin una receta, y ningún mecánico montaría un motor sin un manual.
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