Cristo es el médico corporal y espiritual que ilumina sin cesar las inteligencias atacadas por el Mentiroso, padre de la mentira (Jn 8, 44), príncipe de este mundo de tinieblas.
Lo que Jesús nos enseña, pidiéndonos aprender de Él la humildad de su Corazón, es que sólo lo humilde puede amarse verdaderamente, querer su propio bien corporal y espiritual, temporal y eterno. Solo el humilde puede cumplir el mandamiento divino de amarse a sí mismo, inseparable del mandamiento de amar a Dios y al prójimo. El orgulloso, queriendo su propio mal al mismo tiempo que el del prójimo no se ama más y no puede comenzar a amarse sino aceptando de Jesús humilde de corazón el don de la humildad. La acogida del humilde amor para sí y para otro que ofrece a la persona humana el Corazón humilde del Verbo encarnado condiciona la eficacia de la lucha contra el vacío del orgulloso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario