Ya hemos aprendido que los adultos tampoco somos perfectos. A veces admitimos nuestras equivocaciones y nos perdonamos. Esto nos acerca más unos a otros; nos sentimos más seguros. Pero puede ocurrir que, por cualquier razón, hayas aprendido mal esta lección en la niñez. No estás convencido de que el amor pueda curar la herida. Te cuesta confiar y te cuesta perdonar. Si este es tu caso, necesitas hablar de ello con alguien. Nunca es tarde para aprender nuevos caminos hacia el amor.
No acaba aquí la cosa. Porque no podemos tener con todos una relación tan cercana. Sin embargo, Jesús nos dice que les amemos también a ellos. Jesús nos resume lo que Dios nos exige en estos dos mandamientos:
Amarás al Señor; tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
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