Primero, debemos dejar el sentimiento general de resentimiento. Es decir, debemos tomar la decisión de no consumirnos en nuestro dolor.
Segundo, tenemos que dejar los sentimientos de resentimiento hacia la otra persona. Lo que significa que debemos renunciar a nuestra ira por haber sido heridos, y restaurar la relación rota.
Tercero, renunciamos a cualquier deseo de revancha. No se puede perdonar a alguien y al mismo tiempo desearle daño. El perdón verdadero busca el bien de la otra persona, no el castigo.
El perdón dice: “Aunque me heriste, elijo perdonarte. No voy a pensar más en lo que ocurrió, ni tampoco a permitir que eso destruya mi vida. No dedicaré ni un minuto más a pensar en desquitarme. Eres un hijo o una hija preciosa de Dios, y te amo”.
En realidad, perdonar a otra persona involucra un precio, pero las recompensas valen la pena. Haga realidad el poder del perdón en su vida hoy.
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