Una vez que comienzas a creer que la voluntad de Dios es prosperarle, te preguntarás: ¿Cómo va a hacerlo?
Él Señor primero prosperará tu alma. Él sembrará semillas de prosperidad en tu mente, en tu voluntad y en tus sentimientos; y cuando estas semillas crezcan, producirán una gran cosecha en todo sentido.
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