Oh mi amada madre, cubre mi alma
con tu manto virginal y concédeme la gracia de la pureza de corazón, alma y
cuerpo.
Con tu poder defiéndeme de todo
enemigo, especialmente de aquellos que esconden su malicia bajo una mascara de
virtud.
Fortalece mi alma para que el
dolor no la quebrante. Madre de la gracia enséñame a vivir con Dios, oh María
una espada terrible ha traspasado tu santa alma nadie sabe de tu sufrimiento excepto Dios.
Tu alma no se quebranta, es
valiente porque está con Jesús. Dulce María une mi alma a Jesús, porque
solo entonces podré resistir todas las pruebas y tribulaciones y solo mediante la union con Jesús mis pequeños sacrificios complacerán a Dios. Dulcísima madre continua enseñándome
sobre la vida interior, que la espada del sufrimiento no me abata jamás. Oh Virgen
pura derrama valor en mi corazón y protégelo que así sea. Amén.
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