viernes, 17 de agosto de 2018
La imagen que Cristo nos trae de Dios es una imagen de un Dios que vive una vida familiar
Allí en el seno de la Deidad se ha vivido eternamente la más dulce, la más bella armonía, la más preciosa relación familiar, en esa primera familia eterna. Es Padre, es Hijo, no por casualidad lleva Dios estos título. Es que entre ellos ha habido una relación familiar de Padre a Hijo, de Hijo a Padre, eternamente.
Miremos un poco el libro de Proverbios. Cap. 8: “¿No clama la sabiduría, y da su voz la inteligencia? ... Con él estaba yo ordenándolo todo, y era su delicia de día en día, teniendo solaz delante de él en todo tiempo. (vv.1,30). En estas breves palabras encontramos esta relación entre la Sabiduría (el Padre) y la Inteligencia (el Hijo) en el tiempo eterno pasado, antes de la creación, cuando sólo existía Dios. Ahí estaba la Sabiduría dando voz a la Inteligencia, tomando consejo, ordenándolo todo, recreándose en la multiplicidad de proyectos que se fueron generando. Así nacieron las primeras criaturas, y todo el orden de Dios por el despliegue de su sabiduría y de su inteligencia.
De esto se desprende que Dios no es un individuo, sino que se regocijó eternamente en compartir el plan de su creación. El Padre y el Hijo se deleitaban en estar juntos, en hacerlo todo con el mismo poder, con la misma gracia, en una participación de obras, de trabajos, de delicias, en una mutualidad de vida, de compartir, de comunicación, de consejos, de acuerdos, de convenios entre ellos.
Nosotros fuimos diseñados en conformidad a esta imagen, a la imagen de Dios, por lo cual, no se concibe que seamos individualistas. De ahí la iglesia, el cuerpo de Cristo. Por eso la comunión, por eso el pueblo de Dios – lo que nos indica que lo que Dios está haciendo con nosotros es plasmar su imagen en una pluralidad de hombres y mujeres que llevarán por los siglos de los siglos la imagen de este Dios maravilloso. Porque estamos aprendiendo a compartir, a estar juntos, a pensar juntos, a planificar juntos, a relacionarnos, a amarnos, a soportarnos, a sobrellevarnos ¡Gloria a Dios! ¡Bendito sea su Nombre!
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