«En Cristo se eleva todo el edificio bien ordenado para
formar un templo santo en el Señor: en El también estáis vosotros edificados
para ser por el Espíritu Santo morada de Dios» (Ef 2, 21-22).
«De suerte que así como no formáis más que un solo
cuerpo en Cristo, así también os anima un solo Espíritu» (ib. 4,4). La
presencia de este Espíritu en nuestras almas es tan necesaria, que San Pablo
llega a decir: «si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, ése no es de El».
¿Veis ahora por qué el Apóstol, que nada tomaba tan a
pechos como ver a Cristo vivir en el alma de sus discípulos, les pregunta si
han recibido el Espíritu Santo? Es que sólo son hijos de Dios en Jesucristo los
que son dirigidos por el Espíritu Santo (Rm 8,9 y 14).
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