Gabriel, ángel de primera categoría en la tradición bíblica, que en el libro de Daniel venía para anunciar la hora de la salvación (Dn 8,16; 9,4).
“Alégrate”, es el llamado gozoso que los profetas dirigían a la “Hija de Sión”, o sea, a la comunidad de los humildes que se mantenían a la espera de la venida del salvador (So 3,14; Zac 9,9). Continúa dos anuncios proféticos de la llegada del Señor a la ciudad Santa. Gabriel se dirige a María como a la personificación del pueblo de Dios.
Llena de gracia: Este título, objeto por excelencia del amor divino, evoca otra figura tradicional del pueblo santo: la amada del cantar, que significa la favorecida. Estas palabras revelan a María su papel en la historia de salvación: a ella corresponde contestar a Dios en nombre de todo el pueblo, el “Hágase en mi...”. María, aunque conmovida, es consciente de la presencia de Dios que inspiraba sus decisiones.
Concebirás en tu seno: El evangelio se inspira en varios textos del AT ; en unos se anuncia el porvenir de un niño que acaba de nacer y en otros Dios da una misión (Gen 16,1; Ex 3,11; Jue 6,11); en Is. 7,14 anuncia al que sería el Emmanuel, es decir, el Dios-con-nosotros. María lo llamará Jesús, que quiere decir Salvador.
En consecuencia, María recoge las expectativas y esperanzas de salvación del “pequeño resto” de Israel, y hoy sigue siendo el prototipo de madre y mediadora de los empobrecidos. Hoy en América Latina la veneramos bajo la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe que, “despierta en nuestro pueblo una gran confianza filial, ya que se presenta solícita para dar auxilio y defensa en las tribulaciones; es, además, un impulso hacia la práctica de la caridad cristiana, al mostrar la predilección de María por los humildes y necesitados, y su disposición para remediar sus angustias”.
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