Por la fe, el otro deja de ser un extraño o un extranjero. El otro se hace Cristo en nuestro camino: «Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber... ¿Cuándo, Señor?... Cuando lo hicisteis a uno de mis hermanos.» De esta manera la auténtica fe engendra el amor. La fe sin amor es mentira. Es que la fe, al darnos la total comprensión de la existencia, la descubre como existencia compartida. "Jesús se hace semejante en todo a nosotros, menos en el pecado..."
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