San Pablo exhortaba a los primeros cristianos a imitar al Señor con estas palabras: Tened los mismos sentimientos de Cristo Jesús (Filipenses 2, 5). Él es la causa ejemplar de toda santidad, es decir, del amor a Dios Padre. Nuestra santidad consiste en permitir que nuestro ser más profundo se vaya configurando con el de Cristo, en procurar que nuestros sentimientos ante los hombres, ante las realidades creadas, ante la tribulación, se parezcan más a los que Jesús tuvo, de manera que nuestra vida sea en cierto sentido, prolongación de la Suya.
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