jueves, 21 de diciembre de 2017
En un mundo que progresa sin cesar, que se supera así mismo en las conquistas del confort y de la ciencia; en un mundo que, a pesar de todo ello, no puede quitarse de encima la angustia y la inquietud, los cristianos somos invitados en el Adviento a practicar la espera de los bienes divinos, y a dar testimonio de nuestra esperanza ante los ojos de la sociedad.
A ti, Señor he levantado mi alma; por encima de los afanes de cada día y de las aspiraciones meramente terrenales, nosotros esperamos a Dios mismo. No es que con ello tratemos de desertar de nuestra tarea en el mundo. Al contrario, queremos orientar los íntimos anhelos de la humanidad, aún más, de toda la creación, hacia su único objetivo definitivo: Dios; seguros de que “todos los que esperan en el Señor no quedaran defraudados
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