Abre tu corazón al Señor y cuéntale
tu historia-, quizá un amigo, un cristiano corriente igual a ti, te descubrió
un panorama profundo y nuevo, siendo al mismo tiempo viejo como el Evangelio.
Te sugirió la posibilidad de empeñarte seriamente en seguir a Cristo, en ser
apóstol de apóstoles. Tal vez perdiste entonces la tranquilidad y no la
recuperaste, convertida en paz, hasta que libremente, porque te dio la gana
-que es la razón más sobrenatural-, respondiste que sí a Dios. Y vino la
alegría, recia, constante, que sólo desaparece cuando te apartas de El.
No me gusta hablar de elegidos ni de
privilegiados. Pero es Cristo quien habla, quien elige. Es el lenguaje de la
Escritura: elegit nos in ipso ante mundi constitutionem -dice San Pablo- ut
essemus sancti . Nos ha escogido, desde antes de la constitución del mundo,
para que seamos santos. Yo sé que esto no te llena de orgullo, ni contribuye a
que te consideres superior a los demás hombres. Esa elección, raíz de la
llamada, debe ser la base de tu humildad. ¿Se levanta acaso un monumento a los
pinceles de un gran pintor? Sirvieron para plasmar obras maestras, pero el
mérito es del artista. Nosotros -los cristianos- somos sólo instrumentos del
Creador del mundo, del Redentor de todos los hombres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario