Vosotros os habéis
acercado al monte de Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a la
asamblea de los innumerables ángeles, a la congregación de los primogénitos
inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos, a las almas de los justos que han
llegado a su destino, al Mediador de la nueva alianza, Jesús, y a la aspersión
purificadora de una sangre que habla mejor que la de Abel. Hb 12, 22-24
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