miércoles, 15 de julio de 2015

San Buenaventura, la iluminación gracias a la cual los rayos del pensamiento divino iluminan la inteligencia humana. “Por lo tanto, abre los ojos, apresta el oído, desliga tus labios y aplica tu corazón, a fin de ver a tu Dios en todas las creaturas, de oírlo, alabarlo, amarlo, rendirle homenaje, proclamar su grandeza

“El Itinerario del alma de Dios” 



Es una obra a la vez filosófica, teológica y mística. traza el camino por el cual el alma se eleva gradualmente, a partir de las creaturas, hasta el conocimiento del Creador y llega finalmente a la unión íntima con Dios.
El libro comprende siete capítulos:
l) el conocimiento de Dios por medio de sus vestigios en el universo;
2) el conocimiento de Dios en esos mismos vestigios; 
3) el conocimiento de Dios por su impronta en las potencias de la naturaleza; 
4) el conocimiento de Dios en su imagen restaurada por los dones gratuitos (el alma humana);
5) el conocimiento de la unidad de Dios por su aspecto primordial, el Ser; 6) el conocimiento de la Santísima Trinidad en Dios por el aspecto del Bien; 
7) del transporte mental y místico en el que, quedando la inteligencia en reposo, el amor se ejercita totalmente en Dios. 

Salta a la vista que “esta es una de las más bellas consagraciones de las facultades humanas que haya podido hacerle a Dios la filosofía” (A. de Margerie, Essai sur la philosophie de S. Bonaventure).

Esas sucesivas fases en la ascensión a Dios pueden reducirse en suma a tres grandes etapas: 
a) adivinar al Creador gracias a las huellas que El ha dejado en el universo; 
b) reconocer a Dios en su imagen más perfecta, el alma humana; 
c) entregarse a Dios con miras a una pertenencia y a una semejanza perfectas. 
Los medios que recorre este itinerario están tomados de dos filosofías, la aristotélica y la platónica: por una parte, el esfuerzo de abstracción, que del conocimiento sensible desprende la idea, y del efecto la causa; por otra parte, la iluminación gracias a la cual los rayos del pensamiento divino iluminan la inteligencia humana. “Por lo tanto, abre los ojos, apresta el oído, desliga tus labios y aplica tu corazón, a fin de ver a tu Dios en todas las creaturas, de oírlo, alabarlo, amarlo, rendirle homenaje, proclamar su grandeza, si no quieres que el universo se levante contra ti”. Pero la condición sine qua non del arranque es la humildad. En lugar de enorgullecerse del poder de la razón, que el espíritu humano se incline ante el poder del Creador si quiere comprender algo en su obra, y sobre todo descubrirlo a El mismo a través de los misterios de su Providencia. He aquí la base de la verdadera sabiduría. Por lo cual “la viejecilla que barre el atrio de la Iglesia es quizá más sabia que el sabio que se agota sobre sus libros, porque siendo ella más humilde, es más accesible a las luces de la Fe”. Y a todo lo largo de este itinerario, los sostenes indispensables son el recuerdo amoroso de los grandes misterios de la Encarnación y de la Redención, la devoción a la Sagrada Eucaristía, al Sagrado Corazón de Jesús y a la Santísima virgen María, con la sumisión a la autoridad de la Iglesia y la caridad para con el prójimo.

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