sábado, 4 de agosto de 2018

Los creyentes estamos llamados hoy a mostrar que el amor, la entrega generosa y la solidaridad, son camino acertado para saborear con gozo la existencia y para crecer como hombres sanos, libres y felices.


El amor es el valor supremo en la vida del hombre creyente, hasta el punto que cuando falta cualquier otro valor se cambia de signo y se convierte en contravalor, por ejemplo: El hogar sin amor es una pensión. . .

Nuestra norma de vida es la del amor, se limita a creer que puedes, (y en ello te comprometes), llegar a estar presente en Dios y Dios en ti. Y esperar, luchar, y trabajar por llegar a estar presente en la vida del prójimo y éste en la tuya.
Nuestra convicción es la de la «presencia». Tener presencia de Dios, estar en su presencia, caminar en ella. Y tener, estar y caminar en la presencia del prójimo, o sea: que él pueda contar contigo en su vida y contártela.

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