El profeta Isaías
tiene una experiencia que cambia su vida. Él la relata así: "El año
de la muerte del rey Ozías, vi al Señor, sentado sobre su trono alto y sublime.
Había ante Él serafines... Uno de los serafines voló hacia mí,
teniendo en sus manos un carbón y tocando con él mi boca, dijo: "Mira,
Ésto ha tocado tus labios; tu culpa ha sido quitada y borrado tu pecado".
Y oí la voz del Señor, que me decía: "¡A quién enviaré y quién irá de
nuestra parte?" Y yo le dije: "Aquí estoy yo, envíame a
mí". Un serafín de los que estaban adorando ante el trono de Dios, le
tocó los labios con fuego divino para que sus palabras fueran puras,
purificándolas de todos sus pecados anteriores. Y entonces, Dios mismo, le
pregunta si está dispuesto a ir de su parte a evangelizar. Isaías se pone a su
disposición y es bendecido por Dios como profeta y evangelizador.
Nosotros también
necesitamos purificar nuestra boca de todas las malas palabras por la
confesión, y pedir a Dios que el fuego del Espíritu Santo nos purifique para
que todas nuestras palabras sean puras y puedan llegar al corazón de nuestros
hermanos. Todos estamos llamados a ser
misioneros y predicar la palabra de Dios. ¿Tú estás dispuesto a ponerte al
servicio de Dios para esta gran misión? Dios quiere purificarte. Tú eres más
que el carbón de Isaías y tú puedes ser instrumento de Dios para purificar y
santificar la vida de los demás
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