El don de exhortación es la
capacidad sobrenatural de hacer un llamado a los creyentes, hacerles una
advertencia en el nombre de Dios para que sigan un curso de conducta diferente
del que tienen para con esto, anticipar problemas al futuro , el objetivo del
don de exhortación es darle a los creyentes y a la iglesia una voz de alerta
para que puedan ser evitados problemas que conduzcan a las personas a la
práctica del pecado lo que termina rompiendo la relación de los creyentes con
la iglesia con las consecuencias que esto conlleva.
CUESTIONES PRÁCTICAS EL DON DE
EXHORTACION
Prácticas con respecto al don de
exhortación:
El don es “animar” por lo que cumple
su función cuando la persona exhortada a pesar de haber sido incomodada
termina “alentada”, con ganas de cambiar
su conducta.
Este don implica el hablar en el
nombre de Dios por lo que, el que exhorta no puede ni debe utilizar conceptos
de su conocimiento humano o de su experiencia, se debe concentrar en confrontar
a quién va a exhortar con la Palabra de Dios.
El exhortador lo hace en el poder el Espíritu Santo lo que obliga al exhortador a tener
una dependencia tal del Espíritu que este sea quién regule el impacto de sus
palabras.
Todas las personas
sienten rechazo a que se regule su conducta, pero, el que exhorta deben
entender un mas alto compromiso con Dios para revelar su voluntad. Además un
enviado del Dios de amor, debe exhortar de tal manera que, al que es exhortado
le quede claro que tiene está siendo amado por quién le exhorta.
Virgen
y Madre María,
tú
que, movida por el Espíritu,
acogiste
al Verbo de la vida
en
la profundidad de tu humilde fe,
totalmente
entregada al Eterno,
ayúdanos
a decir nuestro «sí»
ante
la urgencia, más imperiosa que nunca,
de
hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.
Tú,
llena de la presencia de Cristo,
llevaste
la alegría a Juan el Bautista,
haciéndolo
exultar en el seno de su madre.
Tú,
estremecida de gozo,
cantaste
las maravillas del Señor.
Tú,
que estuviste plantada ante la cruz
con
una fe inquebrantable
y
recibiste el alegre consuelo de la resurrección,
recogiste
a los discípulos en la espera del Espíritu
para
que naciera la Iglesia evangelizadora.
Consíguenos
ahora un nuevo ardor de resucitados
para
llevar a todos el Evangelio de la vida
que
vence a la muerte.
Danos
la santa audacia de buscar nuevos caminos
para
que llegue a todos
el
don de la belleza que no se apaga.
Tú,
Virgen de la escucha y la contemplación,
madre
del amor, esposa de las bodas eternas,
intercede
por la Iglesia, de la cual eres el icono purísimo,
para
que ella nunca se encierre ni se detenga
en
su pasión por instaurar el Reino.
Estrella
de la nueva evangelización,
ayúdanos
a resplandecer en el testimonio de la comunión,
del
servicio, de la fe ardiente y generosa,
de
la justicia y el amor a los pobres,
para
que la alegría del Evangelio
llegue
hasta los confines de la tierra
y
ninguna periferia se prive de su luz.
Madre
del Evangelio viviente,
manantial
de alegría para los pequeños,
ruega
por nosotros.
Amén.
Aleluya.
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