Jesús dondequiera que iba, se encontraba rodeado por
las multitudes que acudían de todas las partes del país buscando ser curados de
sus enfermedades (Marcos 3, 7-12). Tal era la situación que no tenían tiempo ni
de comer (Marcos 3, 20). Hay que añadir las largas sesiones de enseñanza
junto con las explicaciones posteriores en la casa. No es de extrañar, por lo
tanto, que Jesús estuviera agotado,
rendido físicamente, así que, sus discípulos "le tomaron como estaba"
para ir al otro lado del lago del mar de Galilea con la finalidad de descansar
del bullicio de las multitudes. Podemos tener seguridad en estas
circunstancias, es de dos cosas: Que el Señor estará con nosotros durante todo
el camino. Y de que nada podrá impedir que lleguemos "al otro lado"
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