¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!, en cuyos brazos el
mismo Niño Jesús parece buscar seguro refugio; ya que ese mismo Dios hecho Hijo
tuyo como tierna Madre lo estrechas contra tu pecho y sujetas sus manos con tu
diestra, no permitas, Señora, que ese mismo Jesús ofendido por nuestras culpas,
descargue sobre el mundo el brazo de su irritada justicia; sé tú nuestra
poderosa Medianera y Abogada, y detenga tu maternal socorro los castigos que
hemos merecido. En especial, Madre mía, concédeme la gracia que te pido.
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