miércoles, 7 de enero de 2015

El Espíritu Santo nos revela a Cristo y nos conduce a él


La espiritualidad cristiana consiste en una vida espiritual en la que nuestra vida más íntima, más personal, florece gracias al desarrollo de la relación personal que Dios quiere establecer con nosotros al hablarnos en Cristo. El desarrollo de la espiritualidad cristiana culmina en la contemplación, autentificada por el testimonio de la caridad. La fe cristiana proclama que Dios es Padre, Hijo y Espíritu, y que este Espíritu Santo es la fuente y el alma de toda vida espiritual, que nunca podrá reducirse a lo puramente psicológico. La espiritualidad cristiana es una vida en el Espíritu Santo, que está presente y actúa en cada uno de los fieles.
La espiritualidad, así comprendida, se caracteriza por su cristocentrismo: el Espíritu Santo nos revela a Cristo y nos conduce a él; por su arraigo en la vida cotidiana y en la misma estructura humana, el Espíritu no planea por encima de las realidades humanas, sino que las capta encarnando en ellas a Cristo, a fin de cristificarlas, de espiritualizarlas, de divinizarlas; por su aspecto dialógico y dialogal, el Espíritu Santo, que es Amor, mueve al intercambio y a la entrega, a la reciprocidad y a la comunión, sin las que no hay espiritualidad auténticamente cristiana; por su catolicismo o universalismo, el Espíritu Santo, que está presente y activo fuera de las fronteras visibles de la Iglesia cristiana, reconoce a las otras religiones y espiritualidades, deseando abrirse a sus propias riquezas, inspiradas de cerca o de lejos por el mismo y único Espíritu que, por múltiples caminos, desea conducir a todas las personas a Cristo, único Señor del mundo y único salvador de los hombres


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