Es como una escalera para descender a nuevos pecados. Debilita la resistencia hacia el mal, y éste va tomando, poco a poco, las fortalezas de nuestra personalidad. Un gran filósofo decía:
"A ninguna cosa le debe tener tanto miedo una persona como a adquirir una mala costumbre”.
Y lo grave del pecado es que va “acostumbrando” al espíritu a obrar el mal. Cada pecado produce más facilidad para cometer el siguiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario