viernes, 16 de noviembre de 2018

¿Cómo podemos hacer creíble, en nuestro mundo, que la salvación del hombre consiste en conocer al Dios verdadero? E s decir, ¿cómo hacer creíble que existe Dios; que Dios se revela en Jesucristo como Padre, como amor que se comunica a nosotros haciéndonos partícipes de su vida?



¿Qué hemos hecho al liberar esta tierra de su sol? ¿Hacia dónde se mueve? ¿Hacia donde nos movemos, lejos de todos los soles? ¿No nos estamos cayendo? ¿No vamos dando tumbos hacia atrás, de lado, hacia adelante, hacia tod os los lados? ¿Hay todavía un arriba y un abajo? ¿No vagamos a través de una nada infinita? ¿No sentimos el espacio vacío? ¿No hace más frío? ¿No anochece cada vez más? 

La crisis a la que nos enfrentamos en la situación actual  es, sustancialmente, una crisis teológica, que se manifiesta en el hecho de vivir, como si Dios no existiese 

La respuesta a esta crisis y, a la vez, el medio para hacer creíble que la salvación del hombre consiste en el conocimiento del Dios verdadero, consiste en renovar la presencia de Dios en el mundo. Y esto, de una manera concreta: generando santos. 


 ¿De qué otro modo puede ser interpretada la vida sino mediante vida? Los Santos son la tradición más viva, ésa misma también que siempre está indicada en la Escritura cuando se habla del despliegue de las riquezas de Cristo, de la aplicación de su norma a la Historia. Las misiones de los santos son respuestas de arriba a las preguntas de abajo, de tal modo que no es raro que empiecen por producir un efecto como de algo incomprensible, como signos a los que hay que oponerse en nombre de todo lo sensato, hasta que se presenta la "prueba de la fuerza". Pruebas tales fueron San Bernardo, San francisco, San Ignacio, Santa Teresa: todos ellos como montañas escupiendo fuego, que lanzan continuamente lava candente desde la hondura más profunda de la Revelación, y a pesar de toda tradición horizontal demuestran la presencia de Kyrios vivo (el Señor), ahora y hoy".

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